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¿Qué pasó con "Cometierra", la novela de Dolores Reyes?

Desde hace unos días circula la noticia sobre una denuncia penal hacia Alberto Sileoni, ministro de educación de Bs. As., debido a la entrega de una colección de literatura (como parte del programa "identidades bonaerenses") en escuelas secundarias con algunos libros que poseen contenido sexual explícito. Entre ellos, "Cometierra", de Dolores Reyes. Eso generó una polémica alrededor de varios temas y un hostigamiento hacia ciertas escritoras que merecen nuestra atención.


La siguiente nota tiene la intención de comunicar un mensaje relacionado al mundo del libro, así como aportar experiencia y conocimiento al debate. Pero, principalmente, dejar preguntas y una conversación abierta.


Lo importante, primero: el contexto

El programa al que hace referencia la denuncia se llama “Identidades bonaerenses”, pertenece a La Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires. “La colección Identidades Bonaerenses ofrece un entramado de títulos de diversas autorías, geografías, temáticas y géneros". [1] Consiste en la entrega de una colección de libros a escuelas secundarias, institutos de formación docente y técnica, bibliotecas municipales y populares, centros de investigación e información educativa, escuelas y centros secundarios de adultos e instituciones en contexto de encierro. “La colección reúne diversas obras literarias y discursivas que se identifican con el territorio de la provincia de Buenos Aires, sus ambientes heterogéneos, sus distintos territorios físicos y simbólicos, sus prácticas culturales, y contribuye de esta manera al fortalecimiento de la construcción de una identidad bonaerense.”[2]


Entre los libros que forman el catálogo destaco “La casita azul” (de Sandra Comino, editado por Comunicarte); “El crimen casi perfecto” (Roberto Arlt, ilustrado por Decur, editado por Ojoreja); “Fútbol de autor. Los escritores salen a la cancha” (cuentos de diferentes autores, editado por Guadal); “Las visitas” (de Silvia Schujer, ilustrado por Pablo Bernasconi y editado por LOQUELEO); “Los sorrentinos” (de Virginia Higa, editado por Sigilo); “Contracorriente” (escrito e ilustrado por María Wernicke, editado por Calibroscopio); “Vida de un lápiz” (de Nicolás Schuff y Martina Trach, editado por Limonero); “Nativas. Flores argentinas” (de Paula Fernández, Adriana Burgos y Loreto Salinas, editado por Ojoreja).


Por eso es una “propuesta”, porque los libros (y el catálogo) llegan a las bibliotecas escolares; luego, son l@s docentes quienes harán una lectura y valoración de dicho material, eligiendo títulos y formas de leer junto a sus estudiantes. Cabe aclarar que no son libros de lectura obligatoria ni forman parte del Diseño Curricular (de hecho, con las últimas reformas ya no hay en el diseño ninguna prescripción de títulos de obras literarias).


La selección de los títulos estuvo a cargo de escritores, escritoras y especialistas bonaerenses que leyeron todos los libros propuestos desde el Ministerio y eligieron aquellos que consideraron oportunos para cumplir con la misión del programa. [3]


Hace unos días, la Fundación Natalio Morelli[4] denunció penalmente a Alberto Sileoni[5], ministro de educación de Bs As, por "abuso de autoridad y corrupción de menores. La presidenta de la fundación, Bárbara Morelli, explicó que la decisión fue impulsada por la preocupación de padres y miembros de su organización, quienes consideran que el contenido de esos libros podría afectar negativamente el desarrollo de los jóvenes. ".[6] Defendiendo esa denuncia se sumó la vicepresidenta con un twit que generó polémica.[7] Dentro de esos libros figuran las novelas “Cometierra”, de Dolores Reyes, “Las primas”, de Aurora Venturini y “Las aventuras de la China Iron”, de Gabriela Cabezón Cámara. Las tres son autoras argentinas que pertenecen a lo que podríamos denominar literatura contemporánea. El programa las sugiere para estudiantes del Ciclo Orientado (desde los 14/15 años).


Distintos sectores relacionados al libro, a la cultura y a la educación manifestaron el repudio a esta denuncia y alertaron a la sociedad por tratarse de un caso de censura. Además, en respuesta a esa denuncia y a la violencia a que se ven afectadas las escritoras, así como en defensa del derecho a la lectura, se movilizaron proponiendo, por ejemplo, lecturas masivas y debates en vivo. No olvidemos que en nuestro país vivimos una situación de este estilo durante la última dictadura militar cuando se prohibieron libros “como parte del plan sistemático de represión en los ámbitos cultural y educativo denominado Operación Claridad".[8]


De qué “hablan” esos libros

Me detendré en “Cometierra”, la novela escrita por Dolores Reyes (escritora y docente argentina, nacida en Ciudad de Bs As, en 1987), editada por Sigilo en 2019. La leí hace unos años. Escribí esta reseña que compartí en el Instagram de Mi Capullito:



Lo que se le recrimina a la novela de parte de la Fundación denunciante y de quienes se hicieron eco de ella es la presencia de contenido sexual explícito, argumentando que podría afectar al desarrollo psíquico de l@s jóvenes. Por otro lado, las críticas a esta postura giraron alrededor de varios argumentos. Uno de ellos podría resumirse en el siguiente razonamiento: si el motivo de la denuncia es el contenido sexual, entonces no podríamos seguir leyendo en las escuelas “El matadero”, relato iniciático de la Literatura argentina[9]. Este constituye lo que en la Enseñanza de la Literatura se conoce como “Literatura canónica”, símbolo de lo que académicamente correspondería enseñar como literatura en la escuela.


Ahora bien, la pregunta del millón….¿hay que leer o no hay que leer literatura como la de “Cometierra” en la escuela? La discusión encierra temas y preguntas más complejas que esa: ¿qué consideramos que es la literatura? ¿Y la escuela? ¿Quiénes consideramos que eso es Literatura? ¿Dentro de qué otro corpus de obras literarias se podría incluir a “Cometierra”? ¿Qué suscita la literatura? ¿En qué juventudes e infancias pensamos cuando decimos "niño", "adolescente" o "joven"? ¿Cuál es el rol de l@s mediador@s de la lectura? ¿Por qué los fenómenos educativos causan tanto revuelo? ¿Qué es la identidad? ¿Y la identidad juvenil? ¿Por qué leer? ¿Qué leer? ¿Todas las personas potencialmente lectoras poseen las mismas concepciones sobre los libros? ¿Existe contenido literario tabú? Basándome en la tesis de Michele Petit (2018), diría que este debate se enmarca dentro del análisis sobre las fronteras "entre el espacio íntimo y el espacio público" (de la lectura literaria).


Aportes para pensar

En el centro de la discusión está la disputa por la definición de literatura. Sin embargo, “No hay absolutamente nada que constituya la ‘esencia` misma de la literatura” (p.9)[10], expresa Terry Eagleton (1983), crítico literario y de la cultura británica. Establece que “la ‘literatura’ puede referirse, en todo caso, tanto a lo que la gente hace con lo escrito como a lo que lo escrito hace con la gente.” (p.8) Según él, “la literatura no pasa de ser lo que la gente caprichosamente decide llamar literatura. Dichos juicios de valor no tienen nada de caprichosos. Tienen raíces en hondas estructuras de persuasión al parecer tan inconmovibles como el edificio Empire State” (p.13), es decir, en la ideología. Eagleton aclara: "Me refiero muy particularmente a modos, de sentir, evaluar, percibir y creer que tienen alguna relación con el sostenimiento y la reproducción del poder social. Que tales criterios no son, por ningún concepto, meras rarezas personales (…) (p.13)


Michéle Pétit (2018), al respecto de un análisis sobre la relación entre lectura y escuela (vínculo complejo, desde su punto de vista,) argumenta a favor de la apertura del corpus de literatura escolar hacia las literaturas contemporáneas (p.62).[11] “La escuela no sabrá mucho, ni debe saber mucho, acerca de los hallazgos más perturbadores que los niños o los adolescentes hacen en los libros. Pero corresponde a los docentes conducir a los alumnos hacia una mayor familiaridad, a una mayor soltura en el acercamiento a los textos escritos" (p.63). Esta reflexión nos ofrece la posibilidad de pensar sobre la importancia fundamental del docente en la construcción de accesos a la literatura, lo que desarrolla autonomía en sus estudiantes, garantiza el derecho a la lectura, abre el abanico interpretativo, habilita los “modos de leer”[12]. Al respecto, sugiero ver la entrevista de Cecilia Bona (de “Por qué leer”) a Luciana Trocello[13], coordinadora del Plan de lectura del Ministerio de Educación de Córdoba. En ella, Luciana revisa la historia de estos programas y cuenta cómo la política (en este caso, el Plan de lectura) se hace territorio, se acerca a los docentes, construye saberes en conjunto para que esos libros que “llegan” a las escuelas puedan convertirse en horizontes de lectura.


Cierre que no cierra

“No es bueno, no es nada bueno -dije - . Una vez que aprenda a leer habrá solo una cosa en la que podrás enseñarle a creer, y es en sí misma” (Virginia Woolf, 1921, en “La sociedad”)


Lector@s, docentes, librer@s, especialistas estuvimos durante esta semana atent@s a lo que sucedía, buscando información, pidiendo “Cometierra” para leer. La noticia se convirtió en una gran posibilidad para el debate y para la lectura, tanto es así que, en la última semana, “Cometierra” fue el libro más vendido.[14]


Lectura, literatura, libro no son conceptos/cosas/objetos definidos de una vez y para siempre. Se construyen, como cualquier vínculo con un producto cultural, como cualquier interacción entre el humano y la cultura, debido a lo cual se generan diversidad de interpretaciones y expectativas. Por ello, considero que la respuesta no puede ser la censura. El debate, sí. Las preguntas, también. Si se censura un libro o un@ autor@ también se elimina la exquisita posibilidad de habilitar los modos de lectura, las voces interpretativas, la creación de sentidos, la construcción de subjetividad, de identidades.


Me parece fundamental correr el eje de la discusión hacia otras aristas; por ejemplo, hacia el rol de la mediación en la lectura literaria, cuestión que creo se perdió de vista en el tejido de la noticia, así como la función primordial de especialistas y profesionales en temas propios a estos campos disciplinares.


Si te dan ganas de aportar tu opinión, experiencia o conocimiento sobre estos temas, te invito a seguirnos en todas nuestras redes. Además, podés comprar los libros mencionados en nuestra tienda virtual: https://bit.ly/48dqghU


Gracias por leerme hasta acá.


Mariangel, librera en Mi Capullito. Docente, investigadora y especialista en la Enseñanza de la Escritura y la Literatura.



[1] Ver el catálogo completo del programa para bibliotecas de escuelas secundarias https://bit.ly/3YYLz2

[2] Más información acá https://bit.ly/4fCWztP

[3] Podés conocer cómo fue el proceso de selección en este video https://bit.ly/4i2RegQ

[4] Leer la noticia https://bit.ly/3B1qxbG

[5] Leer la respuesta de Sileoni https://bit.ly/3ZidfkB

[6] Nota completa https://bit.ly/3B1mhJe

[7] Ver en https://bit.ly/4eDoN6o

[8] Más información en https://bit.ly/3CHgqcL

[9] Leer nota donde se amplía esto https://bit.ly/4fPOMsi

[10] Leer texto completo acá https://bit.ly/3Om8mAx

[11] “Lecturas: del espacio íntimo al espacio público”. Fonde de Cultura Económica. Comprar en https://bit.ly/48dqghU

[12] Josefina Ludmer hacía hincapié en el curso de 1985 en que en la sociedad circulaban ‘modos de leer’ que se imponían en la escuela, en la familia, en los medios masivos y que buscaban naturalizarse. Descubrir que había ‘modos de leer’ era aceptar que ‘escribir correctamente’ era producto de un ‘modo de leer’ que quería dejar mudos a todos los otros. Que no había, o no debía haber, un solo ‘modo de leer’. Nota completa en https://bit.ly/40Wdnav

[13] Ver acá https://bit.ly/40YhqDt

[14] Según la revista noticia https://bit.ly/4fBYYFa

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